
Cada pensamiento me recordaba su ausencia, no conseguía olvidarme de ella, no la conocía, ni sabia como pensaba... Hasta los posibles defectos que pudiera tener serian para mí las mejores de las virtudes. Pero ambos sabíamos que en aquel preciso momento había algo especial entre nosotros.
Como un fantasma que se nutre de mis sueños, ella siempre ocupaba mis pensamientos más secretos. En ellos vivía situaciones imaginarias y disfrutaba de cada momento a su lado. En ese mundo lleno de fantasías y de amor, no tenia limites, ni miedos que vencer; por fin podía alimentar ese corazón olvidado.
Pero volver a tomar conciencia de no estar a su lado era para mi alma la peor de las torturas; la tristeza que sentía, esa mezcla de pena, melancolía, desencanto y desilusión. Era como entrelazar nuestras vidas una y otra vez sin llegar nunca a coincidir del todo.
Como la luz que te ciega en vez de iluminar el camino, yo solo pretendía anticipar el futuro para vivir el presente y descubrir el camino que me llevase hacia el amor. Ella había atrapado mi corazón entre sus dedos como un pescador diestro sujetando su presa o un niño inocente pero hábil apoderándose de una mariposa y yo estaba indefenso.
Anular ese sentimiento, esconder el momento de su nacimiento, controlar los latidos de mi corazón, eliminar sus ansias, su sentido, su fantasía y su locura...
Rechazar esa pureza, hasta la idea misma, y si después de todo quedaba algo todavía: Eso seria el amor...