El humo asfixiante y enrarecido por el día arde ante el calor del sol haciendo sombras en mis pensamientos y los droga creando ilusiones, sueños irreales que nunca debió haber soñado.
Las nubes húmedas no existen, ya no siento la brisa de lluvia al caer, ya no existe el rocío que moja las esperanzas marchitas que soñaron con florecer.
Mi alma seca y dolida aún sigue levantada en medio de un bosque devastado por los recuerdos y calcinado por las experiencias que abaten las últimas ruinas de un espíritu que alguna vez sintió la felicidad.
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